La Real Academia Española
La Real Academia Española (RAE) se creó en Madrid en el siglo XVIII, concretamente en 1713. Fue una iniciativa de Juan Manuel Fernández Paceheco y Zúñiga que, después, fue director de la institución de las letras castellanas. En sus inicios, la RAE estaba formada por once miembros y, algunos de ellos, estaban vinculados al movimiento de los novatores. Su lema fue entonces y sigue siendo la actauliada Limpia, fija y da esplendor. Y es que el español es una de las lenguas más ricas y más habladas del mundo.
El nacimiento de la Real Academia Española se inspiró en el modelo de la Academia Francesa (fundada en 1635). El principal objetivo de la institución castellana era crear un diccionario de la lengua que fuese “el más copioso que pudiera hacerse”. Así, el Diccionario de autoridades se editó en 6 volúmenes entre 1726 y 1739.
La historia de la RAE ha estado marcada por sus directores. Y, en 300 años, sólo dos han repetido el cargo en períodos distintos: Ramón Menéndez Pidal y José María Pemán.
La lengua y la sociedad tienen una vinculación muy estrecha. Los estatutos actuales se aprobaron en 1993 y establecen como objetivo fundamental “velar porque la lengua, en su continua adaptación a las necesidades de los hablantes, no quiebre su esencial unidad”. Desde 1894 la sede se encuentra en la calle Felipe IV.
Esta semana se ha hecho oficial la incorporación de Paz Battaner: lexicógrafa de Salamanca y undécima mujer en formar parte de la institución de las letras españolas. En este sentido, afirma que “las mujeres transmitimos la lengua a nuestros hijos, y se dice lengua materna, así que es natural que estemos en organismos que se ocupan de la lengua”.
Su trayectoria es brillante: es Catedrática de Filología Española de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y cuenta con el aval de Ignacio Bosque, Margarita Salas y Miguel Sáenz. Además, has ido directora de varios diccionarios y es autora de diferentes investigaciones.
Tras conocer la noticia, Battaner afirma que “tengo mucho gusto, porque es una gran responsabilidad, pero la Academia es un lugar bonito porque se discute” y añade que “como todo premio, no sé si es merecido”.
Pese a que aún no ha tenido tiempo de preparar su primer discurso, afirma que quiere transmitir la importancia de comunicar a la sociedad “cómo deben escribirse los pequeños mensajes y carteles que están, por ejemplo, en los aeropuertos y estaciones, en los que se usa el infinitivo en vez del imperativo”.